Bueno, hace ya bastante tiempo (concretamente desde que el
nuevo fenómeno irrumpió sin avisar y de manera irreversible en nuestras vidas)
que dije que haría un particular estudio sociológico sobre estos seres
increíbles y fascinantes, que a todos nos tienen perplejos y cuyo origen y
procedencia nos resultan difusos y difíciles de explicar.
Estamos hablando, cómo no, del modernito, este nuevo espécimen
que ocupa nuestras aceras, patios, plazas, institutos y hospitales (sí, uno de
mis primeros descubrimientos es que ellos también desarrollan enfermedades y se
hacen daño, sienten y padecen; son seres vivos en principio).
Era hora, dicho esto, de ponerse manos a la obra, de no
demorarme más, o cuando quisiera ya sería uno de los muchos que habrían
ahondado este asunto, y mi trabajo carecería de validez.
Mi estudio ha terminado ya, y las conclusiones, más o menos
elaboradas, mejores o peores, están ahí. Me gustaría compartir todos los
aspectos. No tiraré de topicazo, sino que me basaré en la más veraz de las
investigaciones.
Primero, y aunque creo que todos ya, a estas alturas de la
película (de terror, por supuesto) sabemos qué es el modernito, diré que es ese
individuo de pantalones pitillo, camisas o polos ajustados (estén fuertes o no,
eso da igual, si están, gordos, presumen de lorzas), peinados inverosímiles y
cuyo referente visual son los concursantes de “Hombres mujeres y viceversa”. Su
referente cultural e intelectual es inexistente, pues esta nueva raza tiende a
ser bastante ignorante, y no quiero generalizar, pero aun así, lo hago.
Empecemos por su origen. La pregunta frecuente es: “¿el
modernito nace o se hace?” Pues verán ustedes, se hace. Es algo así como una
digievolución, puesto que el modernito es un fenómeno reciente y nadie ha
nacido siéndolo.
Muchos opinan, con bastante acierto, que están a caballo entre el pijo y el cani, pero yo he profundizado. He querido suponer que es una confusión de estilos con mucha más personalidad y antigüedad, como el gafapastas, el indie, el bakala o el skater.
Muchos opinan, con bastante acierto, que están a caballo entre el pijo y el cani, pero yo he profundizado. He querido suponer que es una confusión de estilos con mucha más personalidad y antigüedad, como el gafapastas, el indie, el bakala o el skater.
A continuación, sus influencias. El modernito bebe de otros
movimientos, como los anteriormente nombrados. Pero lo asombroso de esta
especie no es cómo se influencia, sino cómo influye al resto. Es el movimiento “cultural”
con más llegada de las últimas décadas, pues en menos de dos años ha contagiado
las capas de la sociedad.
De este modo, los pijos se modernizan y los canis también,
pero parece haber huesos más duros de roer, sectores de la población que se
resisten a la “modernización”.
Esto es lo mejor que he podido hacer, sin más. Esto tiende
por supuesto al amplificatio, y de
hecho me encantaría que a mi teoría se le añadiesen muchas más ideas, o incluso
se rebatiera, hasta entre todos poder explicar este suceso, genial o fatídico,
eso ya depende, pues, pese a la imagen caricaturesca de este texto, que
recuerden, es humorístico o eso pretende, en la variedad está el gusto.
Esto es dicho sin acritud, y a quien este artículo le pique,
le sugiero coger el objeto puntiagudo más próximo, y aliviárselo.
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