domingo, 12 de agosto de 2012

Patriotismo e hipocresía

Tiempos difíciles son los que atraviesa este nuestro país.
Crisis económica y descontento social están en la boca de todos. Las quejas de los dos bandos que monopolizan España retumban en todos los medios, mientras con igual fuerza, pero con menos resonancia lo hacen también lo que algunos quieren llamar minorías.
La clase dirigente sigue en su línea, y echar balones fuera es el recurso más utilizado. El gobierno actual usa la falacia de la situación heredada del anterior gobierno, la cual no puede ser resuelta de otra forma. Son unas víctimas, no pueden hacer otra cosa, somos injustos si protestamos.
Mientras, desde el otro bando, no nos decepcionan, y demuestran que pueden ser igual o más sinvergüenzas que ellos. Negar todo es su estrategia.
Dicen que si repites una mentira mucho tiempo puedes llegar a creértela, pero la verdad es algo tangible.

A propósito del símil de despejar balones, también una avalancha de éxitos deportivos llegan a nuestras tierras, y ahí es cuando olvidamos todo lo demás y lucimos con ferviente orgullo nuestras banderas. Quizá estos sean los únicos éxitos que tenemos en el momento.

Y es eso, la mezcla de lo bueno con lo malo, lo que hace aflorar sentimientos de diversa índole, pero todos relacionados con España. Se puede pensar que todos estos sentimientos, sean cuales sean, indudablemente son patriotas.

Pero hay una corriente de librepensadores e intelectuales que opina que el patriota no es eso.
El más patriota es el que más grita, el que asiente y no rechista, el que más fuerte se parte la camisa si marcamos un gol.

Otra corriente de absolutas moscas cojoneras y aguafiestas, sin embargo, lo que hacen es quejarse de las malas situaciones o las injusticias del país, pretender mejorar la situación por otros modos que ellos ven más viables e incluso algunos, según los rumores, hacen un tipo de actos vandálicos y atroces a los que los más técnicos llaman huelgas y manifestaciones.

Por supuesto, esta segunda corriente lo único que pretende es corromper esta nuestra patria, y nadie lo duda. Estos narcisistas y egoístas que, bárbaros ellos, son capaces de defender sus derechos laborales y sociales.
Ni que decir tiene que la primera corriente es mucho más española que la otra, pero ¿por qué?
Pues porque si España dice algo, ellos acatan, ellos trabajan, ellos sacan a España adelante, ellos obedecen y se comprometen con la tierra. Pero su patriotismo esconde parte de hipocresía.

Su concepto de España no es el núcleo completo de población y la clase dirigente que nos representa, sino que va acorde con los dignos de su respeto. Por supuesto no con esa escoria, ese cubo de basura lleno de parias como rojos, republicanos, sindicalistas y demás polillas dispuestas a roer las vigas de la madre patria.

Hablando en plata, esta corriente patriota es la derecha. Ser español es ser de derechas, si despejas la ecuación. También es posible que te permitan el lujo de ser considerado español si no eres muy afín a la derecha, pero tampoco a la izquierda, pero trabajas y no te quejas ni haces preguntas.
Es decir, al ignorante no le molestarán, asume tu explotación y tu esclavitud y vivirás feliz, amigo.
Ese es el lema claramente, aunque no nos lo quieran decir, ni lo queramos ver.
Pero es un secreto a voces. Lástima que en este país vivamos con los tapones puestos no sólo para dormir.

Yo, personalmente, y es opinión personal, no un criterio que trate de imponer, pienso que el patriotismo no existe.

Español, aplicando la lógica más aplastante, será todo aquél que nazca en España o se nacionalice.
Todos defendemos unos intereses, individuales o colectivos, pero iguales de egoístas son los personales que los colectivos, puesto que colectivo nunca será global, y en caso de serlo, será pseudoglobal, es decir, se impondrán los intereses de unos a otros y se nos venderá el bulo de que esto va para todos.

Vivimos en un mundo hipócrita, y apelar al sentimiento nacionalista no es más que una forma de reclutar a los que se dejan, a las mariposas que atraídas por el néctar de las banderas, de las imágenes, del amarillo y del rojo, vuelan a donde les quieren llevar, sin pararse a pensar un poco.

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